El código en sí mismo es un modelo conceptual, un dispositivo de experimentación no mecánico, pertenece a un marco donde el planteamiento de un conjunto de reglas conceptuales facilita la creación.  Algo como la teoría del color en el caso de los impresionistas, que buscaron en la asociación de colores la construcción de consecuentes efectos cromáticos y sensaciones.

Estamos en las primeras etapas de las posibilidades del código y por tanto en uno de los momentos en que más interés despierta en los creadores, independientemente de la calidad de las obras está ocurriendo un movimiento gigantesco en la exploración de las  posibilidades del código en relación a la danza, el cinema, la música y el teatro.

El código es una especie de dispositivo que en parte cumple reglas mecánicas pero que además es un concepto de creación.  Uno de los papeles del código en el arte digital es el de acercar los diferentes logros estéticos y conceptuales de otras disciplinas al metamedio del universo digital, aunque esta translación implique que los elementos transferidos aporten tan sólo una parte de sus capacidades expresivas y de significación al nuevo medio.

El código es una forma de integrar en un mismo dispositivo de creación lo que antes debía estar repartido en diferentes unidades de producción.  La música por ejemplo tiene una evolución mucho más avanzada que la imagen cinemática en lo referente al software.  Además existe una división entre los artistas enfocados a la música o al video, sin embargo el trabajo de músicos y videastas confluye en herramientas de código que sincronizan la imagen con los beats, y que son un simple indicador de las múltiples aplicaciones que están evolucionando para hacer confluir las ejecuciones de música e imagen en una misma interfaz.

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