El pene de bea

Por Carlos Talaga
Ilustración Mario Magaña

Apoyados los hombros en el marco de la puerta que en la casa de Miguel separa la luz del salón de la oscuridad, me encontré de pronto hablando con Bea.
Han de saber que Bea me gusta mucho, es como si un ser nefasto se hubiera impersonado de manera indolora en una mujer, y aunque con sus pelos gruesos rompe la blanca piel de la poseída esta resulta fatalmente hermosa y femenina.

Me voy a operar me dice, pero hablando al vacío, los ojos quietos , el vaso de plástico vacío. Será un pene cosido a mí, y dispuesto de tal manera que pueda penetrarme a mí misma.
– Ah! que interesante, le digo, y tengo un deja vú*, o un intento de orden como diría Leibnitz.
-Sí, continúa Bea, creo que lo buscaría en esas laminitas de jugadores de béisbol, me serviría el de uno de esos negros yanquis, -suspira- imagino que siempre me han gustado…

Y apoyados los hombros en el vano de la puerta que en este lugar separa la luz de la oscuridad me doy cuenta que voy a besar a Bea.

——

Notas para la ilustración:

* El deja vú está referido a un juego de tiempo donde siento que Bea ya ha estado allí, en un borde similar al de luz y oscuridad en el marco de la puerta, diciendo algo al vacío, y que realmente al hablar no me habla a mí que estoy a su lado, sino al que era yo antes y que está perdido en la oscuridad frente a ella, lejos, donde no puede verme y donde puedo ser su confidente… y no se si la oscuridad es algo físico que está más allá del salón, o si la oscuridad está en la misma Bea y que yo, que soy un demonio de pelos gruesos, estoy siendo testigo de sus pensamientos.

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